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El astrónomo, físico y matemático Galileo fue profesor de física en la Universidad de Pisa. Construyó un telescopio. Elaboró diversas teorías y escribió obras como "Dialogo sobre los dos sistemas del mundo" que convulsionaron la ciencia e iniciaron una fecunda carrera de descubrimientos científicos.
Defendió con datos y argumentos lo que había sostenido anteriormente Nicolás Copérnico: que el sol esta fijo y es la tierra la que se mueve a su alrededor. El Santo oficio, al entender que podía afectar a la interpretación de la Biblia, cuando Josué manda parar el sol y el astro se paró (Jos. 10.13), le exigió la retractación con un Decreto del 22 de Junio de 1633.
Aceptó la retractación aparentemente (aunque al salir dijera: "E neppure si muove", "sin embargo es la tierra la que se mueve") y cumplió, de acuerdo con el Cardenal Belarmino, amigo suyo, el moderado castigo que se le impuso de guardar prisión en su misma mansión de Arcetri, cerca de Florencia.
Galileo ha pasado a la Historia como ejemplo de la intransigencia de la Iglesia y de su oposición a la ciencia.
Pero no deja de ser una falacia de los adversarios cristianos el apoyarse en un hecho oscuro y desacertado para ocultar la aportación de los cristianos al saber humano y la indudable aportación eclesial en todos los terrenos del saber científico a lo largo de los siglos y que si no hubiera sido por los alientos científicos y culturales de la Iglesia el mundo hubiera sido muy diferente a lo que es.
En relación a la condena de Galileo, han sido muchos los comentarios adversos contra la Inquisición por este motivo. Pero es conveniente recordar que el error de la sentencia ni fue unánime entre los miembros del tribunal ni fue un hecho de Iglesia (el Papa Urbano VIII no intervino), sino una decisión falible e inoportuna de los miembros del tribunal del Santo Oficio, influidos por las ideas de la época y por su escasa capacidad crítica del momento.
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